Fuente: Diario El Comercio – OPINIÓN
Fecha: Martes 21 de noviembre de 2006
Percibimos una aparente contradicción entre la participación entusiasta y valiosa de la representación aprista en el Foro del Acuerdo Nacional y la indiferencia, por llamarla de alguna manera, con que se conduce el gobierno del doctor García ante lo que es el más importante foro democrático que recuerda la república.
Por Ernesto Velit Granda, analista político
La representatividad de los miembros del AN, el nivel de consenso que se alcanzó en la aprobación de las políticas de Estado, fue el pilar sobre el que se construyó una experiencia de contribución a la gobernabilidad, que no mereció el poco interés del gobierno de Toledo y que pareciera continuarse con el actual.
Nunca en la vida política del país, particularmente en las etapas democráticas, se logró constituir un foro con los niveles de legitimidad del acuerdo que, entre otros, benefició la imagen internacional del país, algunos de sus miembros viajaron al exterior a explicar sus alcances y que la sociedad peruana lo percibió como un ciclo histórico y reivindicativo para un país que buscaba recuperarse de un período de crimen y corrupción.
Las 31 políticas de Estado, con sus respectivas matrices, representan las líneas maestras con las que cualquier gobierno puede desarrollar su programa y sobre la base de acuerdos previamente consensuados por representantes genuinos de la sociedad. Mejores perspectivas, difícil que puedan presentarse.
El Acuerdo Nacional atraviesa por momentos y circunstancias que amenazan su supervivencia. Es inaceptable el olvido al que ha sido recluido por parte del Gobierno y, porque no, de sus propios integrantes. La prensa, en general, no se ocupa de él, el foro no da razón de su existencia.
Quizá sea oportuno plantear algunas reformas en su estructura y organización, ampliar la cobertura representativa, facilitar el diálogo y el debate, no supeditarse solamente al consenso cuando puede ser, también, a la mayoría, y comprometer a la primera autoridad del Estado, de manera reglamentaria su presidente, a participar en su actividad.
El ex presidente Toledo le dio el primer impulso, pero no llegó a entenderlo en su exacta dimensión. Su mayoría parlamentaria lo ignoró en todos los idiomas, y siempre se mostró recelosa del nivel de sus debates y de la trascendencia de sus acuerdos.
El lenguaje creativo, plural y sistemático que se usó en el acuerdo facilitó la comunicación y allanó el camino de recuperación democrática, pues enseñó que los problemas políticos no pueden estar separados de las relaciones entre los grupos de la sociedad civil y de la sociedad política.
El gobierno del presidente Alan García ha reiterado su compromiso de colocar nuevos hitos que inviten a una participación más activa en las tareas de gobierno, en compartir ese espacio fértil donde diseñar --en común-- las políticas nacionales, buscando consolidar un pacto que obligue a ocupar la misma trinchera en la lucha contra la pobreza, la insalubridad, la malnutrición, el desempleo, el analfabetismo, la contami-nación ambiental, etc. Se trata de convertir el destino en conciencia y las esperanzas en realidades.
Política no es solo luchar por el poder a través del éxito electoral, hay otras formas de construir una cultura política participativa desde una perspectiva humana, sin violencias ni pragmatismos, dando vida a las ideas y a los reclamos de dignidad de los hombres y mujeres del Perú. Rescatemos el Acuerdo Nacional, su presencia es imprescindible ante tantos desafíos.
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