La genética contra el racismo
JUAN AGULLO MASIOSARE. (La Jornada 6/10/03)
En 1953, el intelectual senegalés Cheikh Anta Diop quiso recibirse como doctor en historia por la Sorbona de París, Francia. Su tesis fue rechazada por "osada". Actualmente "Nations nègres et culture" (Présences Áfricaines, Paris, 1999) es un clásico. Su argumento es sencillo: el antiguo Egipto fue "blanqueado" luego del "descubrimiento" de las pirámides a principios del siglo XIX. La negación de su "negritud" (y por tanto, su europeización) tuvo que ver con el desarrollo del colonialismo. Los europeos necesitaban justificar sus conquistas en virtud de una presunta "superioridad" cultural milenaria.
Con los años, Diop, fue rehabilitado. Sus teorías, sin embargo, apenas trascendieron los ambientes académicos. A los europeos les sigue costando aceptar que, parte importante de sus principios civilizatorios, proviene de África. Ello a pesar de que las pruebas científicas en este sentido no han hecho sino aumentar en el último medio siglo. El filólogo estadounidense Joseph Greenberg fue otro pionero. En 1963 aventuró que casi todos los idiomas vivos del mundo -unos 5 mil- provienen, indirectamente, del sudeste de África (The Languages of África; IUP; Bloomington, 1978). Nunca fue muy escuchado.
Ahora, a 50 años de las teorías de Diop y a 40 de las de Greenberg, la genética parece haberles dado la razón. Un grupo de científicos acaba de descifrar el origen del ser humano a partir de una pormenorizada lectura de su código genético. La hipótesis: todas las razas provienen de una sola que habría migrado -hace 50 mil años- desde el sudeste Africano luego de un catastrófico cambio climático. El motor, como ahora, la búsqueda de recursos. El genetista texano Spencer Wells publicó hace unos meses un apasionante estudio en elque lo demuestra (The journey of man. A genetic odyssey; Penguin; Londres, 2003).
Los San, nuestros ancestros
Según la teoría de Wells y sus colegas de la Universidad de Stanford (Estados Unidos), la etnia San -presente en Namibia y Botswana, en el cono sur de África- es el ancestro común de toda la humanidad. Actualmente se compone de cerca de 100 mil individuos confinados en unas cuantas reservas (la mayoría de sus territorios históricos están en zona diamantífera). Unos pocos continúan viviendo en pequeños grupos de 30 a 40 personas. Practican el nomadismo en uno de los desiertos más áridos del mundo: el del Kalahari. La ingeniería genética ha logrado decodificar su importancia histórica. Los testimonios más objetivos con los que hasta ahora contaban los investigadores eran los manuscritos. Pequeño problema: la escritura fue inventada hace 6 mil años en Mesopotamia. Consecuencia: cualquier exploración que pretendiera remitirse a un periodo anterior necesitaba recurrir a testimonios como fósiles, armas, herramientas o pinturas rupestres. El margen de error era grande pues el azahar determina demasiado, tanto la conservación como el descubrimiento de dichos objetos. Con la genética como eje, sin embargo, la fiabilidad crece. El método empleado por Wells para bucear en los orígenes de la humanidad ha sido sencillo: realizó comparaciones del ADN entre distintas poblaciones del mundo. Partió de un principio simple: cuanto más parecidos son los ADN de dos grupos humanos, más cercano es su mestizaje; cuanto más diferentes, más lejano. Además, Wells y sus colegas, cotejaron sus descubrimientos con los avances de la arqueología y la filología: prácticamente no hay margen de error.
Componiendo el rompecabezas
El ADN de los San es el más diverso que existe en el mundo.
Esto, según los investigadores, quiere decir que debe tratarse de los descendientes más directos de los primeros seres humanos que poblaron nuestro planeta hace unos 60 mil años. Dicho de otro modo: hasta ellos sólo habían existido antropomorfos como el homo erectus: sólo a partir de ellos puede hablarse del homo sapiens, nuestra especie. En suma, de individuos dotados de la capacidad de innovar para adaptarse al medio, una característica privativa del ser humano. La clave de todo: la invención del lenguaje. Efectivamente, el idioma, al institucionalizar formas de comunicación social propició un funcionamiento más eficaz de la comunidad que así es como logró mejorar los términos de su adaptación al medio. Conclusión: el primitivo idioma San debe ser el antepasado indirecto de todas las lenguas que se hablan en el mundo. Con algunas de sus características de pronunciación ocurre lo que con el ADN del grupo humano que lo habla: hay rastros desperdigados por todo el mundo. En algún momento, los San, debieron migrar. El motivo, un enorme cambio climático que -hace 50 mil años- cambió la faz de la tierra. Lo sucedido fue lo contrario a lo del Arca de Noé: no hubo inundaciones, sino todo lo contrario. Un brusco descenso en las temperaturas hizo disminuir drásticamente la humedad ambiente. Aparecieron entonces las sequías y con ellas, las hambrunas: el paraíso terrenal se evaporó. El ser humano debió estar al borde de su extinción. Sólo unos sobrevivieron desplazándose a lo largo de la costa oriental Africana.
La gran migración
Los migrantes tuvieron suerte: en ese litoral también se refugiaron otras especies de mamíferos y moluscos. Dichos animales se fueron convirtiendo en parte de la dieta básica de los antiguos San que, de esta manera, se reforzaron como especie. En un proceso que duró cerca de 40 mil años, los San, continuaron desplazándose hacia el norte: unos se dirigieron hacia el valle del Nilo (lo que corrobora las tesis de Diop) y otros, aprovechando que África y Asia todavía estaban unidas por una lengüeta de tierra a la altura de Yibuti (sur del Mar Rojo), se internaron en la península arábiga. A partir de la actual Arabia Saudita continuó la migración. Recorrió todo el sur de Asia hasta llegar a Oceanía. Los investigadores de Stanford han comprobado el lejano parentesco entre los San y los aborígenes australianos cotejando el ADN de ambos grupos. La arqueología certifica los hallazgos y la lógica insinúa que las migraciones humanas debieron perseguir, sobre todo, fuentes alimenticias. Por eso las sucesivas oleadas migratorias provenientes de África no se instalaron allá donde ya había población. Medio Oriente, la India, Asia Central y el Extremo Oriente fueron los sucesivos destinos. Así, a lo largo de miles de años, el ADN se fue diversificando hasta llegar al 0.01% que, actualmente, diferencia los rasgos físicos de los distintos grupos humanos. Europa y América tardaron en ser poblados: los habitantes del viejo continente provienen de una primera oleada migratoria proveniente, hace 30 mil años, de la India y Asia Central. Una segunda arribó hace 10 mil años proveniente de África a través de Medio Oriente. Fue la misma época en la que los indígenas llegaron a América a través del estrecho de Bering (Alaska). Migrar no es, pues, nuevo: sólo humano... Por eso es un derecho.