Afro Artículos de: Alejandro Carnero. Periodista.

NUESTRA VERDADERA CULTURA

"En estos momentos percibimos un olor fétido, nauseabundo, pues acaba de ingresar a la cabina el negro Jetita..." Con estas palabras inicia el locutor de Ke Buena, estación radial de cobertura nacional, del grupo R.P.P, una fracción humorística del programa vespertino. Para no dejar dudas que lo repugnante no es el tal Jetita sino su raza, una colega finge corregir ("¡ay, no seas racista!"), para luego entregarse ambos a chistes racistas elementales, entre requiebros de ingenio y alegría de vivir. Pues tal era el fin. El afroperuano venía con su grotesco ser a henchir los ánimos en la cabina, una imitación que empila un fin de semana de hits musicales. A nadie escapa la toxicidad de mensajes públicos como el anterior, ni lo comunes que son en la sociedad peruana. La exclusión, y la celebración de la exclusión, está en el centro de las dinámicas nacionales desde el más tierno origen. Algo que va mucho más allá de la ignorancia prejuiciosa del ciudadano ordinario. Pensemos en la forma cómo la Universidad de Lima presenta los beneficios de su formación académica. Bajo una foto de dos leones riñendo a muerte, en el mejor estilo Discovery Channel, leemos el recado: "¡La pelea es afuera! Te preparamos para ganar." Se logra así una curiosa vuelta de tuerca: las universidades nacieron como refugio del humanismo. El saber serviría para liberarnos de la brutalidad implacable de las leyes de la Naturaleza. O como lo puso Diderot en la introducción a la Enciclopedia: "para que nuestros descendientes, al hacerse más instruidos, sean al tiempo más virtuosos y más felices".

Es difícil medir el impacto del simbolismo manejado por la respetable casa de estudios en el inconsciente colectivo, en sus futuros graduados. Si filosofías tan salvajes crean tensiones en países con perspectivas concretas de movilidad social, en el Perú, donde según la UNICEF 55% de los hogares viven bajo la línea internacional de pobreza, 18 de los cuales en indigencia, ¿ayuda realmente pensar el mundo en términos de winners y losers? Llevamos un año en democracia plena y la ardua presión de la cotidianidad está concentrándose en la imagen del presidente Toledo, como si significara los males de un país de identidad fragmentada, baja autoestima y carente de proyecto nacional. Este giro es políticamente inmaduro: nuestra transición implicaba una debilidad para cualquier primer gobierno a ojos de la masa, pues se trató de una defensa de las instituciones por sobre un tiranuelo carismático. Los partidos, que firman pomposos acuerdos nacionales, deberían considerarlo. Pero (más importante) esta personalización de nuestros problemas evita la reflexión que el Perú debe hacerse sobre qué es lo que lo bloquea, o mejor dicho ¿en qué momento se jode?, para retomar la expresión de un personaje de Mario Vargas Llosa que ha hecho camino.

No tenemos ni cultivamos una identidad integradora y realista. Basta ver las publicidades de las marcas nacionales de cerveza, en que pareciera que todos los jóvenes peruanos son de origen europeo, una pantomima que llega al absurdo cuando el guión busca precisamente realzar las especificidades culturales del consumo de cerveza en el Perú. Desde luego el mensaje que alimenta el fondo es otro: el peruano bello es necesariamente el de origen racial europeo. Es un dogma estético tan asumido que el ciudadano medio quizás ni se percate de la estupidez de tal juicio. Termina siendo comprensible, aunque dañino, que una extranjera como la señora Karp pierda la paciencia e insulte a partiduchos y pituquitos. Nada más decadente que la imposibilidad de amar nuestra multirracialidad, valorar nuestra multiculturalidad, hacer patria entre todos y para todos. El resultado de tanta parcelación, tanta mentira es la ausencia de proyecto nacional, algo que se manifestó ya hace cien años en la guerra del Pacifico, y que sigue explicando porqué Chile progresa mientras el Perú se odia. Cambiar no está en manos del gobierno sino de la sociedad civil de la que tanto se habla. De los mensajes que vehículen sus instituciones.

MICHAEL JACKSON Y EL PERÚ

Todos conocemos al rey del pop, quien en las décadas pasadas cautivara al mundo con superhits ininterrumpidos. Para quienes su música coincidió con nuestra adolescencia es menester reconocerle talento al muchacho, parafernalia comercial aparte. Pero quizás lo más impresionante es la transformación física que ha tenido a lo largo de los años. Ha intentado borrar todo signo de su raza original, a punta de drogas descolorantes de la piel, cirugías nasales, laciadores de cabello: era negro, ahora es blanco. desde luego, por mucha plata que se invirtiera, un proceso perfecto era biológicamente imposible y el cantante presenta hoy una fisonomía indeseable, más parecido a un maniquí que a un humano. Pero Michael no tiene realmente la culpa de padecer un complejo tan brutal y decadente. No cabe la menor duda que este es producto de quinientos años de relaciones enfermizamente racistas cultivadas en los Estados Unidos de Norteamérica. Si es incapaz de amarse es porque el simbolismo de su sociedad siempre le dijo que era feo, porque era negro.


Todas las sociedades del "nuevo mundo" son producto del violento contacto entre el Occidente blanco y las razas vencidas, sea la autóctona o la importada. La convivencia multirracial y multicultural ha sido difícil. Y lo es más aún forjar una identidad coherente y satisfecha. Pero de la identidad depende el estado de ánimo, luego el futuro. Las taras de un pueblo se asientan en dinámicas cotidianas, tejido que no detectan las estadísticas ni los instrumentos formales. Las leyes ocultas, los vicios enquistados, las falsas imágenes de sí, comprometen el desarrollo tanto como la falta de recursos.

El Perú presenta un cuadro psicológico parecido al de Michael Jackson. Desde la más tierna edad, sea cual sea el lugar en que la vida lo haya ubicado, todo peruano identifica los márgenes en que el Perú lo incluye y lo excluye, según una matemática entre raza, clase y procedencia cultural. Estos lo perseguirán neuróticamente toda su vida. Ahora bien, es innegable que se asume con absoluta naturalidad que el peruano bello es necesariamente el de origen racial europeo. Tal dogma estético se aloja en los anuncios publicitarios, en las paginas sociales de todos los medios, en las dinámicas de las calles, las playas y otras concentraciones públicas. Sobra decir que es un juicio pura y simplemente estúpido. ¡Pero cómo puede afectar la autoestima! ¡Cómo puede volver tensas, sombrías, artificiales las relaciones interpersonales¡ Esto se ha dicho mucho, sabemos que el Perú es así desde el colonial vientre materno, pero pasan las generaciones y ninguna rompe el tétrico hechizo. Jamás habrá proyecto nacional bajo esa inercia, nunca floreceremos.

Nuestras urbes se han cholificado y del "Perú de indios despojados y mestizos sin esperanza", como diría Salazar Bondy, se ha afirmado una esencia, lo chicha. Sin embargo, como somos incapaces de amar nuestra multiracialidad, valorar nuestra multiculturalidad, esta ha nacido bajo el signo de lo decadente, sinónimo de achoramiento y de la dupla Montesinos-Fujimori. Tan elocuente como Mr. Jackson para los EE.UU., resulta Magaly, icono del fenómeno, dedicada a husmear los trapos sucios (vistos desde el ángulo más sucio) de la gente. La señora operó sus rasgos faciales pues declara: "en el Perú una chola no vende". Todo lo trágico de tal observación estalla al ver lo comercial que resultan las producciones con ese estilo y contenido, verdaderas armas de estupidización masiva. El simbolismo implícito es: "un cholo debe ser un asco de persona para triunfar".

Y así, ¿en dónde puede encontrarse el orgullo de ser peruano? ¿Cómo inspirarnos para un desarrollo sano? Ningún gobierno se ha planteado una política cultural para integrar a los peruanos entre sí, ni con su pasado. Es la clave de nuestra disfuncionalidad. Alejandro Toledo, el hombre de Cabana (de qhawa-na, "observatorio" en quechua, esa hermosa lengua perdida, aunque la hablen 8 millones de peruanos) debería marcar una diferencia.
Presidente: la Historia lo está observando.

Escríbele al autor de estos artículos: Alejandro Carnero 


Indice Indice

Desde el 17 de abril de 2003
tu visita es la número