Carnavales 2004
¡Espero que todos los presentes, a quienes
doy mis encendidos y sulfurosos saludos, sepan quién soy!
Mala fama no me falta, ni mal prestigio tampoco. Me siento orgulloso de ambos
porque hay implícito el reconocimiento de que tengo poder y que sé usarlo no
para el bien.
Por toda la tierra he viajado y por todos los rincones saben de las facultades
que manejo y por ellas la humanidad me tiembla. Me alegra que así sea. Y espero
que la gente que hoy nos acompaña me escuche con atención, si no ya saben lo
que les espera; tengo no pocos acompañantes que me obedecen.
Soy el Diablo Mayor de esta comparsa que ante la falta de un buen presidente
de la república, de buenos representantes al congreso y de la casi inexistencia
de jueces probos, hoy pretendo poner un nuevo orden dando una serie de decretos
inapelables.
¡Escuchen!
¿Acaso hay una actitud nueva contra el maltrato a la gente peruana de piel
de colores oscuros? El racismo vive entre nosotros, lo llevamos en la cabeza
y lo usamos a diario, ni San Pedro ni ninguna de las mil vírgenes se salva de
este mal.
Por eso, yo, el Diablo Mayor, con toda la perversidad que está en mí, llamo
a la hermandad entre los hombres de cualquier color o tonalidad, a que entre
todos se vean como iguales, a que sientan entre todos un amor tan intenso que
ni san Cristo los salve del buen proceder durante todos los días del año.
No he olvidado tampoco que el gobierno de este país no quiso denominar al presente
año como el año del 150 aniversario de la abolición de la esclavitud a pesar
que más del quince por ciento de la población peruana tiene en sus genes raíces
africanas.
Aquí todos los diablos juntos y con el beneplácito voluntario de la multitud
presente, con el poder que nos arrogamos porque así nos da la gana, decretamos
que 2004 sea el año de la manumisión de todos los seres que viven en los 24
departamentos del Perú. Quien se oponga a ello irá a acompañar a Vladimiro Montesinos
o al lado de cualquier otro demonio humano.
Y hay más al respecto. Si se dan cuenta aún perdura entre nosotros toda una
esclavitud silenciosa, sin cadenas, que arrastramos desde siglos y que se mantiene
desde la colonia: el maltrato entre peruanos de diferentes orígenes es uno de
ellos, el maltrato que subsiste contra las mujeres y los niños, otro más es
la desigualdad ante las leyes, uno horrible es el poder del dinero que corrompe
hasta monjas vírgenes y curas pitos.
Una falla aún sin solución que me hace temblar, a mí Diablo Mayor que he visto
tanto, es el futuro de la juventud. A ella no les abren puertas y tienen que
irse del país o vagar pateando latas o piedras redondas por calles o caminos.
Contra todo esto no hay decreto por dar, sólo debo exigir a tirios y troyanos,
a cholos e indios, a negros y sacalaguas, a niños, jóvenes y mujeres que aprendan
a defenderse solos; que ante los palazos respondan con fierrazos, que ante la
pasividad respondan con catapultas. La paz y el sosiego son en estas circunstancias
un delito.
Diciendo lo dicho es la mejor manera de enseñar a pescar y no de regalar el
pescado.
De los corrompidos hablemos ahora y seamos francos: la putrefacción ha disminuido
pero sigue aún, la sentimos a nuestros costados, la leemos en los diarios, la
escuchamos por radio y la vemos por la televisión. Recientes nombres podría
mencionarles y ustedes los que me escuchan también podrían repetir nombres y
apellidos. Pero quedémonos allí para de inmediato decretar el exterminio físico
con una serie de tormentos anticipados para todos los podridos y deshonestos.
Incluyamos también a los profesores mañosos que buscan cambiar con sus alumnas
buenas notas por caricias lascivas. Y en esta ocasión este decreto es, porque
así es conveniente, con retroactividad hasta hace 100 años. Si la población
total peruana disminuye de pronto, todos sabremos la causa de ello.
Decretamos al mismo tiempo sanciones menores que precisaremos en un reglamento
para todos esos políticos que no tienen ideas claras, que apuraditos están que
reconocen hijos cuando son ampayados, que viven más confundidos que ratas en
una instalación reciente de desagüe, y que son además políticos que confunden
a los peruanos, que no saben qué hacer en sus curules, que mienten y engañan
sin el menor rubor, que colocan a sus parientes en cargos públicos que esa parentela
no sabe desempeñarse, que aumentan la burocracia con unos nuevos puestos denominados
anfitrionas, que colocan embajadores en países inexistentes. A partir de ahora
abriremos más los oídos para escuchar las denuncias de todas las personas que
tengan o que no tengan su DNI. Todo buen peruano debe dar a conocer las estupideces
de los malos gobernantes, las de los pésimos legisladores, las de los malogrados
y demorones jueces, la de los militares sin coraje que fácilmente se someten,
sin dudas ni murmuraciones, a sus corruptos superiores, hasta en la televisión
los hemos visto haciendo cola para colocar sus firmas; ni qué hablar de los
policías malogrados de cualquier grado que tienen carros nuevos para asaltarnos
mejor.
Todos tenemos la obligación, sea ángel o demonio, de invertir la realidad de
este país. Hay que hacer un país donde el rey sea el más pobre, donde el orden
que se construya sea para salvar a todos de la miseria económica, social y moral,
para poner por delante las necesidades de la mayoría de los peruanos y que quede
atrás el poder de los poderosos de siempre.
Hagamos a su vez un país con plena alegría, donde la risa sea el pan de cada
día y sea le pan que traen bajo el brazo todos los niños que nazcan en estas
tierras tawantinsuyanas, donde el amor entre todos sea el chocolate con panetón
de todas las mañanas, donde el baile pleno de tumbao, de saoco, de swin, de
quimba sea antes que la construcción de odios menores y mayores. Les digo algo
elemental: hagamos una patria para que niños sean alegres y donde haya pleno
respeto a las mujeres. Construyamos una economía y una sociedad donde tengan
cabida y trabajo los jóvenes así sean hijos míos y se llamen, Belcebú, Lucifer,
Mefistófeles, Satán o Fujimori.
Y ahora invito a todos a bailar y soltar el esqueleto para poner las primeras
piedras de la sociedad peruana futura.
Viva el pueblo peruano
Viva el diablo mayor y sus hijos,
Diablo Mayor, presidente.
Diablo Mayor, presidente.
Diablo Mayor, presidente.
Lima, 29 de febrero de 2004