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El Cristo peruano
El Señor de los Milagros en Hartford City - EE.UU

Enviado por Luis Valdiviezo Arista.
Estudiante Doctoral del Departamento de Educación y
Estudiante Graduado del Programa de Estudios Latinoamericanos
de la Universidad de Massachusetts.
Colaborador de CIMARRONESx

Domingo, 15 de octubre de 2006

Cuando llegué a las puertas de la Iglesia de Our Lady of Sorrows, en la avenida New Park, encontré un indudable aire de peruanidad. Aromas de anticuchos, papas rellenas, seco de frijoles, turrón de Doña Pepa, arroz con pollo, patasca, papa a la huancaína, arroz con leche y sánguches de jamón, venían de los alrededores y del sótano de la misma iglesia donde se había instalado unas largas mesas, al mejor estilo de comedor militar.
Eran las 12:30 p.m. y aún se llevaba a cabo el servicio previo que se dedicaría al Cristo Moreno. Se escuchaba una misa en español y con canciones con cierta tonada mexicana, quise entrar a darle una mirada por dentro a la iglesia, pero al abrir la puerta vi a los recogedores de limosna convergiendo hacia la puerta principal por donde yo quería entrar. Así es que lo pensé mejor y decidí esperar el servicio que se dedicaría al Señor de Pachacamilla.

Había un cielo casi totalmente despejado. La temperatura bajo sol fluctuaba entre los 10 y 12 grados. Bajo sombra era 7 o 5 grados. Frente a la puerta principal de la Iglesia estaba la imagen del Señor de los Milagros sobre sus andas. La Hermandad del Señor en Hartford la mandó a hacer a imagen y semejanza del Señor de Lima en 1968. Me quedé contemplando la imagen. Por primera vez me pareció que El Señor tenía una apariencia definidamente peruana o latinoamericana. Un color y un rostro mestizo. Muy parecido a quienes heredamos en conjunto un abolengo de Inga, de Mandinga y de la península ibérica (ya bastante mestiza por su convivencia de ocho siglos con árabes, judíos y persas). El Señor me pareció similar a millones de peruanos o latinoamericanos, a millones de indocumentados en este país. Incluso sospeché que así se parecía más a la mayor parte de los palestinos, quienes entre todos los pueblos actuales, tal vez tengan las mayores similitudes físicas con el Jesús de carne y hueso. En todo caso, el Jesús rubio y de ojos azules que se exhibe en casi todas las Iglesias de Estados Unidos debe ser tan distinto del original histórico como un vikingo común de un palestino típico.

A la 1 p.m. entré a la iglesia y encontré en una de las esquinas del altar una pequeña réplica de la imagen del Cristo Moreno. Allí un grupo de personas oraba en silencio. En la otra esquina había una pequeña imagen de San Martín de Porras con la escoba en la mano. Junto a éste habían dos estandartes de Hermandades fundadas en Hartford: uno de la de San Martín de Porras (1997) con fondo azul y otro de la del Señor de los Milagros (1968) con fondo morado.

Los fieles comenzaron a llenar la iglesia rápidamente. Una pareja que bordeaba sus cincuenta quiso tomar asiento en las bancas delanteras, pero una mujer con hábito morado les hizo saber que esas bancas estaban reservadas, "¿Están reservadas? " preguntaron los dos al unísono, "Aquí no hay ningún aviso." Agregó el hombre con fastidio. Luego mirando hacia las bancas posteriores, le indicó a su pareja, "Let's go to seat over there". Una sola cabeza rubia destacaba en medio de un público de cabellos oscuros. Correspondía a una mujer de color y rasgos mestizos que había elegido, tal vez para la ocasión, un color de cabello amarillo platinado.

Había peruanos de todas las generaciones y un ambiente de recogimiento y cordialidad entre los 600 asistentes. La misa comenzó con un recuento histórico de la vida del Cristo Morado, desde las manos angoleñas de color de ébano que pintaron la milagrosa imagen hasta la fundación de la Hermandad en Hartford 39 años atrás. Todo en 20 minutos. Luego, siguió el ritual religioso. Algunos adultos, impulsados por la sana costumbre de almorzar a la 1:30 p.m. y por la premonición de que esto tenía para rato, comenzaron a bajar sigilosamente al sótano para comulgar primero con la comida peruana que salía vaporosa de las ollas y humeante de las parrillas
A las 2:00 p.m., cuando todos los olores de la comida invadían los atrios de la iglesia, se tocó el himno de los EEUU. Acto seguido se cantó el Himno del Perú que me pareció tener una melodía más alegre que la del anterior.

La mayoría de gente cantaba las estrofas del himno peruano. Al final se dieron espontáneas vivas al Perú y al Señor de los Milagros. Al tomar la palabra un sacerdote blanco y con acento anglosajón terminó dando vivas a EEUU, nuevamente a Perú y al Señor de los Milagros, y agregó un viva a los Latinos Unidos.

Cuando llegó el momento de darse el abrazo de la paz, el coro (con ponchos blancos) se cantó un alegre huayno. Como después de una hora la misa no tenía visos de acabar, algunas familias salieron a retratarse con el Cristo Moreno que seguía esperando en la vereda de la puerta principal. Otras personas salieron a contestar llamadas a sus celulares. Casi todas las llamadas se contestaban en inglés y terminaban con un "Chaucito hermanito/a" o "Ya nos vemos compadrito". Mientras, la cuadrilla de cargadores confraternizaba y entraba en calor y color bebiendo discretamente un tradicional aguardiente.

Después de una misa de 2 horas la procesión salió a dar una vuelta a la manzana que tomaría casi 3 horas. La hermandad del Señor de los Milagros estaba acompañada por los Knights of Columbus con gorro y espada (una de las comunidades católicas más grandes de los EEUU). Dos policías en motocicletas abrían paso. Todos los estacionamientos estaban repletos con autos con estampitas del Señor de los Milagros, banderines de Alianza Lima y del Perú , del Callejón de Huaylas, Cabana.

Caminando por las calles de Hartford City, siguiendo a la venerada imagen, pude constatar uno de sus mayores poderes sobrenaturales: el haber hermanado en el transcurso de 4 siglos a peruanos de todos los orígenes raciales, culturales, sociales y geográficos, dentro y fuera del Perú Tal vez esto se deba a que, además del color y de las facciones del rostro, los peruanos nos asemejamos al Cristo Moreno por los sufrimientos que como pueblo hemos tenido que padecer a lo largo de nuestra historia. Y lo dejo ahí para ir a hacerme descrucificar dulcemente en este preciso momento con un piadoso turrón de Doña Pepa.

 

 

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