Se compara la educación, la esperanza
de vida y los
ingresos de los distintos grupos raciales y étnicos.
BETTY BRANNAN JAEN, Corresponsal Frente a la persistente marginación del 30% de la población de Latinoamérica que es de descendencia africana, las Naciones Unidas (ONU) y otras instituciones internacionales están preparando mecanismos para medir y combatir el racismo en nuestros países. Panamá podría ser uno de los países más afectados por
este esfuerzo, puesto que los afropanameños constituyen el 14% de la población,
según cifras de la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el
Caribe). Como algo general en toda la América Latina, sin embargo, persiste una discriminación racial y una desigualdad social que afectan la calidad de vida de las personas de herencia africana. En una conferencia la semana pasada en el Diálogo Interamericano de Washington, analistas de la ONU, de la Universidad de Harvard, y múltiples asociaciones de derechos humanos estuvieron de acuerdo en señalar que el problema no solamente persiste, sino que ello frena el desarrollo social y económico de los países latinoamericanos. Esto ocurre a pesar de que muchos países tienen buena
legislación –sobre el papel, pero no en la práctica– garantizando igualdad
racial. Para combatir el problema, la ONU está preparando un índice de igualdad racial que usará tres indicadores básicos –esperanza de vida, ingresos, y educación– para comparar la calidad de vida de los distintos grupos raciales y étnicos en cada país. Con base a ese análisis, el índice hará un ranking del nivel de equidad racial en los distintos países, permitiendo así medir el avance que cada nación haga. Muchas de las cifras necesarias ya son parte del Indice de Desarrollo Humano que la ONU publica anualmente. Otra propuesta es exigir la inclusión de un “Estudio de Impacto Racial”, similar al “estudio de impacto ambiental” que ya es rutinario en todo proyecto de desarrollo que busque financiamiento internacional. La Fundación Ford ha desarrollado esta idea con el fin de asegurar que los proyectos internacionales tengan al menos el efecto de no empeorar el problema ya existente, aunque sería mejor asegurar un impacto beneficioso. Así se examinaría, por ejemplo, si la construcción de equis represa tendría un impacto desproporcionadamente negativo sobre la población negra o indígena del lugar o si, al contrario, equis proyecto educativo tendría un impacto especialmente positivo para los niños racialmente marginados del país en cuestión. |
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