Tras los dichos de James Watson
La ciencia refuta que los negros sean inferiores
Para los expertos, ni siquiera es sustentable hablar de razas
Tomado de: https://www.lanacion.com.ar/cienciasalud/nota.asp?nota_id=954584&origen=rankingLeidas
Al norteamericano James Watson, premio Nobel de Medicina o Fisiología 1962, se le atribuye el consejo de que “hay que tener siempre un enemigo, no importa si es real o imaginario”. Si es cierto que le corresponde, él mismo parece cumplirlo al pie de la letra.
Sus recientes declaraciones acerca de que “los negros son menos inteligentes que los blancos”, que ayer se divulgaron en medios de comunicación de todo el mundo, no sólo inspiraron en sus colegas los más variados epítetos –ignorante y racista son sólo algunos–, sino que merecieron una refutación generalizada. Para la ciencia, el concepto de “raza” no es sustentable, y los tests de inteligencia sólo miden una de las muchas capacidades del cerebro.
“Si algo demuestran las recientes declaraciones de James Watson no es la supuesta inferioridad de la «raza negra», sino que su condición de premio Nobel no lo ha puesto a salvo de una ostensible declinación mental –opinó el doctor Lino Barañao, biólogo molecular y presidente de la Agencia Nacional de Promoción Científica-. Por eso es imprescindible relativizar estas declaraciones, que, de lo contrario, parecerían otorgar validez científica a una afirmación que carece de todo sustento."
El doctor Víctor Penchaszadeh, profesor de genética y salud pública de la Universidad de Columbia, en los Estados Unidos, y consultor de genética de la Organización Mundial de la Salud, no se asombra por los dichos de Watson: "A los que lo conocemos no nos sorprendió: es un racista -afirma-. Le encanta el escándalo".
Penchaszadeh subraya que, más allá de si la raza existe o no, le parece inadmisible el sesgo que el premio Nobel le imprime al concepto de inteligencia: "Se trata de una característica humana en la que intervienen factores de todo tipo, incluyendo los genéticos -dice-. Sería ocioso pretender que todos los seres humanos nacen con la misma capacidad potencial mental. Pero lo más importante para su desarrollo son todas las interacciones, sociales y medioambientales, que experimenta la persona desde la concepción. Nutrición, desarrollo infantil, educación, todo eso lleva a un resultado final que es lo que se puede medir como inteligencia, entre comillas. Entonces, cuando uno quiere comparar poblaciones, por el color de la piel, la estatura ¡o el grosor del dedo gordo del pie!, todo depende de cuál ha sido la experiencia social y ambiental de esas poblaciones".
Es que, hasta ahora, no existe una definición precisa de lo que es esa facultad del cerebro humano que nos permite enfrentar problemas con soluciones novedosas. "Algunos investigadores enfatizan la capacidad para el pensamiento abstracto; otros, la habilidad para adquirir vocabulario o nuevos conocimientos; otros, la capacidad de adaptarse a situaciones novedosas -explica el doctor Facundo Manes, director del Instituto de Neurología Cognitiva y del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro-. Las pruebas que evalúan inteligencia demostraron ser útiles en algunas ocasiones, pero no en todas."
Un concepto cambiante
A lo largo de la historia se postularon diferentes teorías sobre la inteligencia. En 1904, Spearman propuso la existencia del Factor G, que aludía a algo similar a nuestro actual cociente intelectual. "El sostenía que la inteligencia permite tener éxito en un amplio rango de tareas cognitivas", explica Manes. En 1916, Thomson propuso que lo que parecía ser una aptitud única era en realidad una colección de múltiples y diversas habilidades necesarias para completar la mayoría de las tareas intelectuales. Hace alrededor de dos décadas, Howard Gardner postuló la teoría de las "inteligencias múltiples" y consideró todos los talentos de una persona como "inteligencias".
"El concepto de inteligencia que maneja Watson es totalmente biologicista -dice Penchaszadeh-. Una infinidad de experiencias demuestran que chicos criados con una adecuada alimentación se desarrollan mucho mejor en cualquier grupo humano. Y Africa fue el lugar de saqueo y pillaje de Occidente durante siglos. Toda la historia de las pruebas de inteligencia que se hicieron en los Estados Unidos, y en las que siempre los negros aparecen con menor inteligencia que los blancos, son instrumentos diseñados por los blancos en situaciones de poder y supremacía. Por otro lado, es sabido que todos venimos de los primeros Homo sapiens sapiens , que nacieron en Africa. Lo que dice este hombre son simples supercherías."
Según el especialista, para que las aseveraciones de Watson fueran ciertas primero habría que demostrar experimentalmente que hay genes determinados que se vinculan con la inteligencia y luego analizar si difieren entre grupos humanos.
Sin embargo, el proyecto genoma humano demostró que no hay diferencias consistentes entre grupos humanos. "Las diferencias en las secuencias de ADN entre un habitante del norte y uno del sur de Africa son mayores que las que existen entre un japonés y un español -asegura Barañao-. Esto es debido a que la especie humana se originó en el continente africano y es allí donde reside la mayor biodiversidad. Por otra parte, se ha comprobado que el ambiente materno durante la gestación tiene mayor influencia que la genética en el coeficiente intelectual. La nutrición de la madre, la estimulación temprana y la educación son los determinantes del desarrollo intelectual. Todos estos factores, por otra parte, están negativamente correlacionados con la pobreza. Por lo tanto, las bases de estas pretendidas diferencias en el desarrollo intelectual de las poblaciones deberían buscarse no en la genética, sino en la economía."
Estudios mal diseñados
Para Mariano Sigman, investigador en neurociencias de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, "no hay nada que sostenga las afirmaciones de Watson. A lo largo de la historia hubo muchos intentos de demostrar que ciertos grupos eran menos inteligentes a partir del tamaño del cerebro, por ejemplo. Lo mismo se decía de las mujeres, pero actualmente todos esos resultados fueron desestimados. El cerebro de una mujer es más chico, pero también son más chicos el hombro, los dedos, la nariz... Es epistemológicamente interesante cómo esos estudios mal diseñados pueden dar el resultado que uno quiere. Por otro lado, es complicado determinar qué es la inteligencia."
"La ciencia no cuenta con herramientas para medir la inteligencia en toda su extensión y complejidad -concluye Manes-. ¿Cómo asignar un coeficiente al humor, a la ironía y, aún más, a la diversificada y plástica capacidad del ser humano para responder de manera creativa a los desafíos que la sociedad y la naturaleza le plantean? Existen numerosos ejemplos históricos del uso de estudios del coeficiente intelectual en poblaciones para sustentar políticas discriminatorias. En favor de la ciencia, espero que esta polémica no reproduzca aquellas tácticas, por cierto poco inteligentes."
Por Nora Bär
De la Redacción de LA NACIÓN